No hay tiempo perdido más inútilmente que el que desperdiciamos en las infinitas colas que durante el día tenemos que soportar.
En los supermercados suelo aprovechar esos lapsus para repasar mentalmente la lista de la compra y darme cuenta que se me ha olvidado coger ese producto que, por la Ley de Murphy, es el que se encuentra más alejado del lugar donde te encuentras....pero vayamos a la acción...
En la larga fila que me separaba de la linea de caja, justo delante de mí había una mujer joven. No destacaba por su belleza ni por su aroma floral sino que lo hacía por un detalle, en apariencia, irrelevante...llevaba un montón de productos sujetos entre sus frágiles brazos...típico de ir a comprar un par de cosas y llevarte finalmente veinte.
El Azar, tan caprichoso a veces, quiso que su móvil empezase a sonar.... trasladó todos sus bártulos a una sola mano y como si fuera una contorsionista del Circo del Sol, intentó alcanzar su móvil dentro de su diminuto bolso... seguía sonando y sonando pero el escurridizo teléfono evitaba ser atrapado por esos nerviosos dedos que le perseguían con ansiedad.
Mi anticuado sensor de Salvador de Doncella en Apuros me pellizcó para que acudiera raudo en su ayuda y con un amable ..."¿me permite que le ayude?"... intenté resolver el problema...pero lo que hice fue iniciarlo....
Hay miradas que dicen más que palabras...la suya fue heladora, fulminante..sólo un seco y rotundo NO salió de sus labios, se giró bruscamente y el tarro de cristal de la mayonesa cayó al suelo a la vez que el móvil dejo de sonar. De nuevo me dedicó otra de sus paralizantes miradas, como si yo fuera el responsable del cambio climático y del asesinato de Keneddy.
He de regular mi sensor. Me hizo ganar un par de estocadas en mi amor propio y una original decoración de mis zapatos... estilo Gotelé de Mayonesa.